POR ROSEMBERT ARIZA SANTAMARÍA*
Los comunicadores nos resumen este levantamiento de los último cuarenta y cinco días como un “estallido social”, explosión de inconformismo, ejercicio de desobediencia civil generalizado, rebeldía al modelo excluyente, o una juventud que se despierta frente a un proyecto inconcluso de lo vital, lo cierto es que los diferentes nombres/categorías no recogen todo lo que pasa y no explica especialmente el acontecer cotidiano de nuestros barrios, de las nuevas dinámicas sociales, del entramado popular citadino que, en últimas son lo que constituye eso que denominamos y se nos hace humo en las manos: lo popular. Con mucho acierto en mapas nocturnos menciona Jesús Martin Barbero que “ciudades como Cali o Bogotá requieren de nuestros más complejos recursos comunicativos, retóricos, expresivos, persuasivos, dramáticos, interpretativos… incluso de los adivinatorios, del desciframiento de albures y oscuras señales”. Y es que este momento del 28 de abril a junio del 2021 es para más, el llamado paro nacional agoniza y se disuelve por inercia burocrática, en tanto la resistencia popular se mantiene en los barrios-barricadas y en los puntos de avance de la primera línea, en esos no lugares que se nombran al calor de la confrontación, y estatuas que caen frente a la pregunta colonial hecha por el empujón del pueblo misak.
Contamos con la capacidad más o menos efectiva de descifrar al otro y los otros de nombrarlos y/o estereotiparlos; tenemos la competencia cultural requerida para entender la identidad y la alteridad y los múltiples juegos entre lo uno y lo otro, de lo que acontece en nuestros centros urbanos-semiurbanos y rurales. Contamos o no con las herramientas para comprender este momento de la sociedad colombiana. Son los intelectuales los llamados a aportar sus planteamientos en este crucial momento. Considero que no es suficiente y que los mapas diurnos o nocturnos no permiten orientarnos en este espacio tiempo de muchedumbre, negredumbre y juvedumbre en resistencia.
Las burocracias estatales y las del propio paro instituidas desde el 2019 y atornilladas en la mesa, diletantes e indecisos frente al horizonte político a seguir, interpretan el momento de cara al proceso electoral del 2022 y las consecuencias del proyecto del partido Centro Democrático. Asumieron por voluntad o sin ella el desgaste de la cíclica artimaña de negociación del gobierno que no lleva a ninguna parte, tampoco considero tienen como conducir este momento a otro lugar que responda y se conecte con las bases sociales.
Que queda entonces en esta trascendental coyuntura social-política, más allá de escucharnos, del llamado diálogo nacional, regional, local, de los comités, mesas, espacios de siempre, de las denuncias, visitas de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) o de la mediación de la iglesia y la ONU, que nada resuelven, más allá de recordarnos la inmensa impunidad pasada, presente y futura. En todo esto que falta por intentar, talvez ver otra perspectiva, la de re-hacer el pacto político que de una vez por todas supere el frente nacional, es hora de convocar a un proceso constituyente popular y social -desde abajo y sin centralismo-, asumir que estamos en el momento constitutivo de otra perspectiva de lo público, de lo de todos y todas en un país que se canso de la guerra y del secuestro del Estado en manos de unos cuantos.
Es hora de trabajar por otro país, los que no tuvieron palabra en los últimos treinta años, nos dejaron claro que son capaces de enfrentar este sistema, queda constatado que los intelectuales, burócratas y todas las demás especies por ahora el mejor aporte es aprender de los que saben como resistir y enfrentar todos los medios de silenciamiento del régimen, ellos y ellas artífices de este levantamiento popular tienen que tener nuestra atención y compromiso de acompañarlos y apoyarlos, todo lo demás sobra.
*Profesor Universidad Nacional de Colombia.
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