¿Periodismo reverente?

POR LUIS EDUARDO MARTINEZ ARROYO 

Que la directora de El Heraldo haya hecho reverencia al precandidato de la compraventa de votos que tiene en Venezuela huyendo a una de las protagonistas de ese escándalo, cuando éste entraba a las instalaciones del diario fernandista a conceder una entrevista a la encargada de la política editorial de ese medio, se ha prestado para que la industria de la conjetura se reactive en Barranquilla. A pesar de las explicaciones de la directora que pueden tener su validez, no sé si es dable acuñar el viejo refrán que nos dice que la mujer del César no sólo debe ser honesta sino parecerlo.

Este redactor ha motejado ya de modo reiterado al medio que se referencia como el “diario oficial de la ciudad”. Desde los tiempos de las administraciones del Movimiento Ciudadano los lectores habituales y esporádicos del periódico no encuentran en sus páginas críticas serias a la administración de turno. Quienes tenemos cierta edad y un poco de buena memoria no olvidamos que en la primera alcaldía del padre Hoyos, el reportero estrella y consentido de la casa, muy dado a garciamarquizar sus historias, elaboró una crónica que daba cuenta de los gustos estrambóticos del alcalde- en palabras del redactor- por haberse hecho a unos muebles de marca Harvi. Y porque siendo alcalde de los pobres no debía tener esos gastos.

En esa tónica se mantuvo el diario mientras los sectores políticos no afectos a la familia estuvieron en el poder, constituyendo el último caso el alcalde Hoenigsberg, quien fue a parar a la cárcel por la cadena delictiva que acompañó su gestión.

Quienes sucedieron en el cargo a éste fueron miembros de la familia gobernante ya por consanguinidad, ya por afinidad, situación que se hizo extensiva a la Gobernación. Pero lo que resulta llamativo de la vida política en los últimos años de la ciudad y el departamento del Atlántico es el mutismo total y absoluto que el diario de marras ha guardado ante el cúmulo de investigaciones penales, disciplinarias y fiscales que han dormido el sueño de los injustos en las papelerías y archivos de los respectivos organismos de control, y que según una columna de la periodista María Jimena Duzán, en la revista Semana, costaron al capo de la familia sesenta mil millones de pesos.

Algunos ciudadanos no entienden por qué el medio hace chitón ante un hecho tan escandaloso como el del tanque del barrio Siete de abril, después de los descarados sobrecostos y de que no haya sido puesto en funcionamiento, a pesar de los varios aplazamientos concedidos.


Que se guarde la lengua ante los faraónicos escenarios deportivos construidos, con resultados magros en las competencias nacionales e internacionales; con el continuo descalabro en materia educativa; ante el estilo farandulero con que se asume la administración pública ya por un miembro del clan, ya por interpuesta persona, ese que está más pendiente de organizar un evento internacional vitrinero en la ciudad que por resolver los problemas acuciantes de la misma, el hambre, por ejemplo.


El diario destaca en las primeras páginas los resultados de las encuestas que dan como los mejores alcaldes de Colombia a quienes hayan desempeñado el cargo en Barranquilla, entre 2008 y los años actuales, pero se releva de asignar responsabilidades cuando se encuentra ante los resultados de la Encuesta Barranquilla Cómo Vamos más reciente, que nos mostró a la ciudad llena de hambre, miseria, informalidad laboral, inseguridad y otras lacras. Hay alcalde para ser calificado como el de mayor aceptación en el país, mas no para que responda por los problemas de la ciudad.

El clan Gerlein-Merlano-Char

Hay ya quienes se dedican a vender baratijas periodísticas, como el que dijo que el escándalo Merlano-Char-Gerlein, tiene una connotación política que busca perjudicar al precandidato silente. Otros, como cualquier uribista, están a punto de pedirle a quienes critican al diario que si no les gusta la ciudad y Colombia que se vayan del país.


Cuando ya daba por terminadas estas notas vino a mi memoria aquella frase del entonces senador José Name Terán, eran los comienzos de 1995, a quien fui a visitar para buscar su respaldo al proyecto de ley que cursaba en el Congreso sobre la Ley Estatutaria de la Justicia, en mi condición de vicepresidente de Asonaljudicial seccional Atlántico: “No sé por qué El Heraldo me la tiene dedicada. Nada de lo que hago le gusta, sus elogios son para… mi colega. Yo nunca he aparecido vinculado a ninguna operación con nombre de pez marino”.

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