POR OCTAVIO QUINTERO
El lenguaje político ha decidido peyorar dos términos con el fin de descalificarse entre contradictores sin tener que abundar en mayores explicaciones porque la gente viene entendiendo que populismo y polarización son malos per se. Han echado tal vuelo en los medios de comunicación que ya, al parecer, no hay nada qué hacer. Tenía razón Georgias: con las palabras se puede envenenar y/o embelesar.
La polarización política, por ejemplo, es manifiesta desde los tiempos de upa: Sócrates y los sofistas. Sin ahondar tanto, son polarizantes los sistemas que dominan hoy: capitalismo y socialismo. Y dentro de uno u otro, también se puede dar polarización: p.ej., la que se registró en las recientes elecciones de Estados Unidos, meca del capitalismo, entre demócratas y republicanos; o, dentro del socialismo, la que se da entre comunistas y socialdemócratas.
Sin más, la ciencia política llama ‘polarización’ al grado de apoyo electoral de un político cualquiera, y puede provenir de giros históricos, de sus propias acciones y discursos o sesgo mediático.
El término ‘populismo’ ya está degenerado al extremo. Partió de los políticos de derecha para estigmatizar a los de izquierda; luego se extendió a lado y lado. Distinguidos académicos neoliberales, sobre todo, convirtieron el término en una etiqueta peyorativa que agitan en contra de toda iniciativa en pro de la justicia social. Validos de indicadores económicos sesgados, dicen, p.ej., que la renta básica es una propuesta populista porque el Estado no tiene con qué financiarla sin incurrir en déficit estructural que castigará el mercado.
Aunque aún existe la definición clásica, se nos olvidó ya que populista es todo aquel que propenda, sinceramente, rodearse de pueblo para ejercer el poder democráticamente, con justicia social. El término, en cierta forma, justifica el fracaso social del poder dominante, evidente en todos los análisis, incluso, de sus propias instituciones: Banco Mundial, FMI, ONU, OIT, OCDE y demás. Cuando alguien, que ahora llaman “alternativo”, se sale de sus recetas, lanzan un… “no se puede: eso es populista”.
Síntesis: Queda más cerca Utopía, que alcanzar una ideología que no sea polarizante o encontrar políticos que puedan acceder al poder democrático sin apelar, con halagos y promesas de cambio, al voto popular.
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