POR LUIS EDUARDO MARTÍNEZ ARROYO
Esta podría ser la veintinueve edición, si las autoridades competentes (¿?) no disponen otra cosa, que por lo que se sabe y trafica en los mundos del carnaval, será lo que decidirán, otra cosa. La incertidumbre abraza a Lisandro Polo Rodríguez y sus coequiperos, que ya el año anterior sufrieron el primer gran tramojazo: noche de tambó tuvo lugar el lunes de carnaval, en la Carrera 50 en las inmediaciones de los barrios Abajo y Montecristo. Hubo un otrosí, la contribución oficial distrital disminuyó el setenta por ciento (70%), respecto de los años anteriores. La criatura había nacido viernes de carnaval para mostrarse en la Plaza de la Paz durante esa noche cada año, y así venía cumpliéndose.
El certamen concitaba (la conjugación en pasado de este verbo es muestra de la gravedad de la situación) a miles de caribes que llegaban a bailar, ver bailar (en esta labor soy inigualable), oír los decimeros como Alfredo Martelo y Julio Cárdenas, los de Soledad y Campo de la Cruz, observar en la tarima las distintas danzas carnavaleras, -la de los Coyongos, por ejemplo-, grupos de tamboras y cumbia, bandas de música de viento. Y siga…Personajes de nuestro folclor como Esthercita Forero, el mismo enjundioso Lisandro Polo, que fue Rey Momo, y el músico Juventino Ojito, han sido homenajeados en Noche de Tambó. Es un evento a cielo y noche abiertos para el disfrute, en el que no se conocieron peleas ni otro cualquier hecho violento.
Con Noche de Tambó parece confirmarse aquello de que todo lo del pobre es robao. No se sabe si a las autoridades distritales les produce picor, escozor, rasquiñita, salpullido o qué, porque la jornada se haya posicionado en el corazón barranquillero y del Caribe colombiano, pero no deja de ser un despropósito que ésta vaya a ser asfixiada por la inasistencia presupuestal distrital.
Ella no es sólo una noche de jolgorio y frenesí carnavaleros, es, además, un programa de acción que se desplaza a las comunidades barranquilleras y atlanticenses a invitar a las juventudes y niñeces, y personas de edad mayor, a conservar las tradiciones del folclor mediante la conformación de grupos artísticos, y a estimular en ellos el gusto por las manifestaciones individuales de nuestra cultura popular. A socializar el carnaval de Barranquilla, en resumen.
Cómo nos gustaría ver al Major tocar puertas para oxigenar las finanzas del carnaval, tal como se esmera en buscar patrocinios para el globalizante campeonato mundial de Fórmula 1, cuyas máquinas automotoras se desplazarían en las autopistas que hoy han reemplazado a los irreemplazables arroyos ñeros.
¡Sí, que no se calle el tambó!
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